Sea la luz
Cuando mi hija era pequeñita, solía decirle el nombre de las cosas que encontraba. Identificaba los objetos o le dejaba tocar algo desconocido y le decía la palabra para que entendiera el vasto mundo que estaba explorando, y adquiriera vocabulario. Aunque mi esposo y yo esperábamos (o ansiábamos) que su primera palabra fuera Mamá o Papá, nos sorprendió con otra totalmente diferente: un día, su pequeña boca susurró duz; un eco dulce y mal pronunciado de la palabra luz, que yo le había dicho poco antes.